Juan Benitez Allassia estrenará «El cine ha muerto» en el Festival de Tesalónica

En el ensayo documental se cruzan los fantasmas personales con los propios del cine de Díaz, el pueblo del director.

Díaz es un pueblo de 1500 habitantes de la provincia de Santa Fe. Allí nació Juan Benitez Allassia, director de El cine ha muerto, ensayo documental que este domingo tendrá su première mundial en la sección Film Forward Competition del Festival de Tesalónica (Grecia), una de las muestras internacionales más prestigiosas del cine documental. Cuando el cineasta nació en 1990, las salas de cine comenzaban a desaparecer de los pueblos, a la par del ferrocarril. Por eso el menemismo se empeñó en convertirlos en «pueblos fantasma». Así fue como desapareció el Cine Monumental en Díaz. El padre del realizador fue el encargado de llevar el primer proyector al pueblo. La idea germen del documental era registrar la desaparición de las salas de cine en los pueblos del interior, pero se truncó cuando el padre de Benitez Allassia falleció. Y luego el proyecto tomó otro rumbo en El cine ha muerto, donde se cruzan los fantasmas personales con los propios fantasmas del cine del pueblo Díaz.

Se trata de un proyecto de la productora Entre-Imágenes, que el director fundó con el productor y montajista de la película, Federico Vicente, egresado de la Universidad del Cine (FUC). «En términos narrativos, técnicos y proyectuales, cuando Federico empezó a intervenir la película, cambió totalmente», señala el cineasta sobre el viraje del proyecto. «Su laburo como montajista fue clave para que el film empiece a tener un espíritu, una impronta mucho más presente. Y cuando hacés las cosas de a dos te das cuenta de que empiezan a crecer». Ambos notaron que hay un cine que todavía no está explotado, que tiene que ver con lo ensayístico, «con poner en escena la tecnología, con poner en escena el yo, los regionalismos y las geografías del interior. Y ese es el espíritu de nuestra productora», detalla Benitez Allassia. Y mucho de eso ve reflejado en El cine ha muerto.

Reconoce que el hecho de que su ópera prima sea el único largometraje sudamericano que compite en el Festival de Tesalónica «es un impulso enorme hacia la película porque es un festival muy interesante y, además, muy importante que le da vida y espíritu a las películas de los primeros realizadores». Eso lo describe en términos profesionales. Pero no es olvida del otro aspecto: «Me llena de emoción ver las imágenes de mi padre y del pueblo donde nací proyectado en diferentes lugares del mundo. Me da una expectativa enorme qué va a pasar con mi cuerpo en esa sala de cine con ese público cuando vea las imágenes de mi padre que ya no está más con nosotros proyectada en esos lugares».

-El título del film es muy fuerte. ¿Por qué lo elegiste?

-Me llamaba la atención un montón de cosas del título. En primer lugar, llegué al título primero por ver de qué manera el proyecto podía despertar el interés de la comunidad por volver a tener una sala de cine. Creo que, en un plan de militancia, la película tocaba un tema, de cierta manera, que no es menor para la sociedad: ¿por qué la sociedad está perdiendo estos espacios tan importantes y tan vitales? Por el otro lado, parte del proyecto era organizar un viaje por las salas de cine con mi padre para repetir esta idea de estar en un espacio físico y ver si se podía reactivar. Cuando mi viejo murió, esa idea inicial se murió con eso. Entonces, un pilar tumba al otro. El proyecto giró totalmente. Y ya no me interesaba por las salas de cine sino por todo lo que se generó alrededor vinculado a mi viejo: la historia de mi viejo en las salas de cine, la historia de mi viejo en relación a la mía con respecto a las imágenes en movimiento. Después, claramente ponemos el dedo en la llaga que tiene que ver con la pandemia: la pérdida locativa del cine. Si no hay salas de cine, si ya no está esa tecnología que le dio origen al cine que es el fotoquímico, ¿dónde está el cine? Vemos imágenes en la computadora de nuestras casas. El dispositivo cine se pierde. Entonces, ¿dónde quedó el cine? Creo que estamos bajo la experiencia de un nuevo lenguaje, de una nueva manera de poder ver esas imágenes y creo que esa es también una manera de decir «Che, el cine ha muerto, ya no es el mismo cine que conocíamos y que queríamos».

-¿Al morir tu papá te preguntaste cómo registrar la ausencia?

-Es una pregunta que todavía me sigo haciendo porque es la imposibilidad. Ese proyecto que habíamos armado juntos, que queríamos hacer juntos en las salas de cine, de un momento para otro se volvió imposible: poder registrar a mi viejo en ellas. Es un problema filmar lo que no está. ¿Cómo lo filmo? Y ahí es donde volvemos de nuevo a la idea del cine: si el cine es la fábrica de ilusión, de las cosas que no existen, del movimiento aparente, y esa imagen ya no está más, entonces me preguntaba cómo podíamos utilizar el cine para construir eso. Empezamos a proyectar el archivo y a falsear esa idea del viaje de mi viejo por las salas de cine. Eso es lo más cercano que yo estoy para poder combatir esa problemática, que es filmar la ausencia, proyectando y trabajando la idea del archivo.

-Un poco la película tiene como mundos paralelos: la muerte de tu papá, el proyecto que tenía, los proyectos truncos en los pueblos sin cines, la muerte de ese cine… ¿Cuánto tiene, entonces, este film de personal y, a la vez, de universal, según tu mirada?

-Tiene más de personal que de universal. Pero de todas maneras en la película armamos un dispositivo que fue de ir de lo general, del pueblo, hacia una instancia más personal, más íntima, que tiene que ver conmigo. Y yo creo que ese dispositivo se relaciona con un vagabundeo. Antes de filmar la película, me imaginaba como un voyeur o vagabundeando por el pueblo. Y en esa caminata iba registrando lo que ya no está. De pronto, me metía en mi casa y empezaba a ver mi historia, como fantasmagórica. Veía pasar las imágenes como si estuviese en un tren. Algo que me disparó mucho la película es eso que se dice que “el cine es como una ventana hacia el mundo”. Y para mí no es tanto así.

-¿Por qué?

-Me imagino más la ventana al mundo paseando en un tren antes que en otra cosa. Me acuerdo que cuando iba viajando, las imágenes, la ventana al mundo se iba interponiendo a mí. Pensaba mucho en eso: cómo partir del pueblo, recorrerlo, y en ese recorrer el pueblo iban apareciendo las imágenes. Y en eso de aparecer las imágenes, van apareciendo la historia del pueblo, los personajes que yo solía ver, esta suerte de fantasmagoría a partir de las imágenes. Y, de pronto, me meto en mi casa, está el televisor prendido y en ese televisor aparecen las imágenes de cuando yo era chico. Me corro de esa escena, la miro desde afuera. Y ese mirar desde afuera me interesaba mucho porque me era muy cercano y, a la vez, muy ajeno. Vamos de lo general, del pueblo, de la historia del cine al ir metiéndome yo en mi casa y ahí empezar a contar mi propia historia.

 

Fuente: Página 12

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